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El pato cojo y la atención ciudadana Opinión AgenciaUno

El pato cojo y la atención ciudadana

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Jorge Fábrega Lacoa
Por : Jorge Fábrega Lacoa Doctor en Políticas Públicas (U.Chicago), académico en el Centro de Investigación de la Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo y Director de Tendencias Sociales en Datavoz.
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El poder político, más que una posesión, es una atribución colectiva. Por eso, cuando se empieza a mirar a otro lado, el poder se va, aunque el cargo permanezca. En este sentido, el pato cojo no es solo un fenómeno de las élites políticas: es una forma de desplazamiento simbólico.


Gabriel Boric ha hecho su última Cuenta Pública. Los asistentes pusieron atención, pero a medias, porque estaban más ocupados en imaginar dónde estarán sentados en la próxima. Es el inevitable síndrome del pato cojo, fenómeno que históricamente se ha planteado como una dinámica interna del sistema político mediante la cual las élites se repliegan, los partidos miran hacia adelante, los operadores se reubican, cada cual haciendo su mejor apuesta sobre cómo va a continuar el juego del poder ahora que el Presidente va ya de salida.

Pero el síndrome del pato cojo no es solo un juego de élites. También participa la ciudadanía, como lo evidencia el Monitor de Liderazgos Políticos (MLP) de Datavoz. El MLP registra las menciones espontáneas que los ciudadanos hacen ante la pregunta sobre qué personaje público ha mostrado liderazgo político en el último mes.

Al observar la evolución de estos datos entre diciembre de 2024 y abril de 2025 (ver imagen adjunta), se observa con nitidez un patrón que ilustra cómo el síndrome del pato cojo se manifiesta también en la opinión pública: mientras el Presidente Gabriel Boric experimenta una caída progresiva en el total de menciones desde febrero, las personas que empezaron a sonar como presidenciables empezaron a desplazarlo.

Es decir, no es solo que las élites políticas empiecen a mover sus intereses a lo que viene después de terminado el actual período presidencial, sino que, a medida que avanza el proceso electoral, la conversación pública tampoco migra desde el Mandatario hacia sus posibles reemplazantes.

Esta mutación en el foco de la atención ciudadana muestra que la pérdida de centralidad del Presidente es un proceso lento pero sistemático que no solo permea a la clase política y los medios que cubren su actuar, sino a la propia opinión pública. Y que empieza a germinar desde el mismo momento en que se hace evidente que el poder ya no está del todo allí.

Y es que el poder político, más que una posesión, es una atribución colectiva. Por eso, cuando se empieza a mirar a otro lado, el poder se va, aunque el cargo permanezca. En este sentido, el pato cojo no es solo un fenómeno de las élites políticas: es una forma de desplazamiento simbólico. Al igual que la clase política, la ciudadanía, sin necesidad de acordarlo, reorienta sus expectativas y emociones hacia otros actores mientras intenta otear el futuro.

Como lo demuestra esta cifra del MLP de Datavoz, el síndrome del pato cojo ya no es solo una clave de análisis para operadores políticos o analistas del poder, también es un lente útil para entender cómo se reorganiza la conversación pública cuando un ciclo se acerca a su fin. En ese tránsito, el pato no deja de caminar. Pero se torna visible una cojera que le impide caminar al ritmo del resto, clase política y ciudadanía incluidas.

Síndrome del pato cojo

(Total de menciones de principales líderes mencionados)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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